Así no Sr. director. Así no.

Mi abuelo compra el diario Sport desde el día que salió, en 1979. A sus 92 años, cada día, sin excepción, sale de casa a las 6.00h, pasea sus kilómetros para mantener en forma las articulaciones, ayuda a la quiosquera a colocar los diarios en sus respectivos estantes y se lleva su ejemplar de vuelta a casa. Es futbolero y fan del Barça hasta el punto de tener una habitación en casa -a la que llama «el museo del Barça»- atestada de posters montados por él a base de recortes del diario a los que pone un marco de papel en colores blaugrana. También conserva todos los coleccionables que han ido saliendo, desde tazas, sábanas, toallas, relojes… y los expone todos en su museo. Tendríais que ver cómo se hincha de orgullo cuando invita a alguien a visitar esa parte del piso.

Hace un par de años, me insistió para que le fotografiara en su museo y mandara las fotos al Sport para que lo publicaran: quería salir en su diario, mostrar su gran obra. Le intenté explicar delicadamente que era complicado que publicaran una foto suya en el periódico, por especial que fuera esa sala, pero él no me escuchó: le parecía imposible que alguien viera esas fotos y no las quisiera editar como poco en doble página. Escribí vía mail al diario, a las dos o tres cuentas de correo que encontré, apelando a la sensibilidad de quién lo leyera, explicando que verse en el Sport era la ilusión de mi abuelo, que cumplía 90 años en breve y pidiéndoles que hicieran lo posible por encontrar un huequito. Quién perdería tiempo siquiera en leer un mail así hoy en día -pensé-. Imaginad mi sorpresa cuando, al cabo de un tiempo recibí un email del Sport que decía: «Mañana sale tu abuelo en el diario. Firmado: Antoni Closa». Escueto, directo, sin parafernalia. Casi se me desboca el corazón.

Llamé a mi abuelo para darle la alegría de su vida y al día siguiente compró unos 30 ejemplares a su quiosquera para repartirlos a nietos, bisnietos y amigos. Incluso hizo una ampliación de su aparición (que obviamente era una inserción pequeñita) y la enmarcó para su museo. A día de hoy, creo que sigue siendo uno de los momentos más eufóricos de su vejez.

El gesto de aquel redactor desconocido fue humano y generoso y creo que no supe darle las gracias tan elocuentemente como habría querido. Le respondí a su email con un «Muchas gracias Antoni. ¡Le habéis hecho muy feliz!». Debería haberme personado en la redacción para abrazarle.

El jueves pasado paseaba por mi barrio, caminando por el Paseo de San Juan acercándome a la esquina con Consell de Cent. Siempre es especial pasar por ahí, porque en ese lugar está la sede del Sport y no puedo evitar pensar en los instantes de felicidad que le procuran a mi abuelo esos periódicos.

De repente me fijé en un grupo de personas, mayoritariamente hombres, agrupados en la esquina, llorando y abrazándose. La escena era extraña, desconcertante. No pude evitar acercarme, observar, escuchar y preguntar. Me contó uno de ellos, uno de los periodistas -porque el grupo de unas 50 personas eran periodistas- que eran la práctica totalidad de la plantilla del Sport. Y que acababan de leerles la lista de despedidos por un ERE (26 despedidos de una plantilla de 75 personas) ahí mismo, en la calle, hacía unos minutos. La había recitado el abogado del comité de empresa.

Me quedé estupefacta, petrificada por la situación, por el panorama desolador que estaba aconteciendo en ese espacio de la calle. Hablé con un par de redactores del diario. Uno de ellos, que estaba completamente roto (y eso que no había sido despedido) me contó que uno de los despedidos era un señor de 60 años que llevaba 40 trabajando en el diario, desde su creación. Closa, me dijo que se llamaba. Era Antoni Closa, el que publicó la foto de mi abuelo. Después de 40 años, de dedicar toda su vida a ese diario, conocía su despido de boca de un abogado en medio de la calle, un jueves de diciembre, a 10 días de Navidad.

Abrazos, lágrimas, frustración, impotencia, se respiraba de todo en el ambiente en esa acera pero sobre todo compañerismo, afecto, solidaridad, alivio también y desilusión, mucha desilusión.

Me contaron que el director y los directivos varios estaban en la redacción, cuatro pisos arriba. Me quedé pensando que no, las cosas no pueden hacerse así. No puede ser que el director del diario, el director general, los adjuntos, los «líderes» de ese grupo de gente permitieran que la historia se desarrollara así. Fuese de quién fuese la culpa de haber llegado a ese punto.

Todas los conflictos laborales tienen diversas perspectivas y seguro que en un atolladero como la negociación de un ERE, ambos lados podrían haber hecho las cosas mejor. De hecho, el periodista con el que hablé reconocía que tal vez se habían negociado sobre todo indemnizaciones en lugar de comunicar bien lo realmente importante: que cada uno de ellos valoraba su trabajo, que les importaba su puesto, su labor, que habían dedicado sus horas a un trabajo que les apasiona y que querían salvar al máximo de compañeros, que estaban dispuestos a cobrar menos, a ceder todos un poco para que hubiera menos despidos, que fueran pactados, jubilaciones anticipadas, etc. Y en el otro lado del conflicto, seguramente la empresa había llegado a la opción del ERE como última solución, como último resquicio para salvar el diario. El sector está en crisis. No dudo de que sea así y no haya otra opción que llevar a término un ERE tan brutal.

Pero así no. Señor Ernest Folch, director del diario Sport, Señor David Casanovas, Director General del mismo: así no. Espero que se disculpen ustedes con esas personas que estaban en la calle el jueves escuchando una lista de despedidos. Espero que, cuanto menos, se disculpen por no haber sabido hacer bien (o mejor) las cosas. Reconozcan su error, discúlpense y aprendan para el futuro a tratar a la gente con un mínimo de dignidad.

Aprovecho hoy para dar ese abrazo y para dar las gracias a tantos Closa que hay en este país, tantos periodistas que aman su trabajo, que dejan sus noches, sus años, para escribir unas palabras que nos traen a tantos ya sea información, entretenimiento o reflexión, a los que trabajan con integridad y profesionalidad en un mundo en el que priman los clicks por encima del interés informativo, los titulares jugosos por encima de las noticias, a los que se resisten, a los que se decantan por publicar la foto del «museo del Barça» de un nonagenario en lugar de la del nuevo peinado del futbolista de turno.

Porque ahí reside la valía de las palabras, en que sean las suyas propias y no las impuestas. Gracias por tanto.

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7 comentarios sobre “Así no Sr. director. Así no.

  1. Muy emocionante, Silvia. Mi solidaridad con todos los que han entregado sus días y sus noches a un trabajo tan apasionante y que, como agradecimiento de los servicios prestados, no han recibido una explicación cara a cara por quienes se han beneficiado de su buen hacer y no han sabido gestionar su propio fracaso.

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  2. Un texto emocionante y positivo. Porque aunque trata del lado oscuro, sin alma, de las relaciones laborales de nuestra época; al mismo tiempo, ensalza el periodismo como oficio y su lado más humano.

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