Que tú seas mi límite. Que escudriñes mis abismos, que recorras vigilante esos bordes afilados durante mis momentos de debilidad, que custodies mis precipicios de inseguridades, que otees mis despeñaderos a una cierta distancia (sin que me de mucha cuenta, ya sabes que si lo noto me pongo todas las corazas).
Que me tientes hacia mis acantilados para que vea que solo me limitan cuando decido no saltar.
Que me hagas ver que la vida trata de eso, de saltar y de construirse las alas en el camino.
* imagen: Elogio del agua. Chillida. 1987.